Alejandro Touriño es socio director de ECIJA, y desde hace más de 15 años ejerce su actividad en el ámbito del derecho tecnológico, la propiedad intelectual, la innovación y el emprendimiento, habiendo sido destacado como uno de los mejores abogados a nivel nacional e internacional en estas materias por Chambers & Partners y Legal500. Asimismo, ha sido elegido por Financial Times entre los diez abogados más innovadores de Europa y por Forbes entre los “100 most creative people in business”. Ha sido galardonado en dos ocasiones con el premio “Top 40 under forty” de Iberian Lawyer.
Alejandro es árbitro de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual y Presidente de la Sección TIC del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. Es profesor universitario en diferentes universidades y escuelas de negocio y Director del Master en Legal Tech en el IE Law School, donde ha dirigido otros programas y ha sido reconocido como profesor destacado en reiteradas ocasiones.
The Technolawgist ha hablado con Alejandro sobre innovación, legal tech y futuro del sector legal.
Para un abogado referente en el ámbito Legal Tech como tú: ¿qué significa innovar en el sector legal?
Para mí innovar es repensar constantemente las cosas. Por supuesto, es aplicar tecnología, pero no solo eso. Existen muchas maneras de innovar al margen de la tecnología, por ejemplo, aproximándose a los clientes o a sus problemas de manera distinta a como lo veníamos haciendo, gestionar los equipos de manera diferente, cambiar las metodologías de trabajo en aras de una mejor producción, asignar el trabajo de manera más adecuada, etc. En definitiva, para mí el proceso de innovación pasa por entender qué no hacemos bien o en qué podemos mejorar y, sobre ello, tratar de buscar la fórmula para poder mejorar. El camino contrario, el de agarrarse a tendencias, suele conducir al error.
¿A qué nivel ves a nuestra jurisdicción en incorporación de inteligencia artificial y automatización en la prestación de servicios legales?
En los últimos tiempos, IA y RPA son dos de los términos más empleados en el sector. Si uno atiende al ruido mediático, puede llegar a pensar que lo importante es apalancarse en esos términos (o en los que estén de moda) y no atender a la necesidad real del cliente, lo cual es un error a mi juicio. Si prestamos atención a las bondades que ambas tecnologías promulgan hay muchos campos de mejora en nuestros procesos diarios en los que la inteligencia artificial y la automatización pueden jugar un papel activo. Sin embargo, hemos de ser conscientes del sector en el que estamos y del momento en que vivimos. Nosotros en el despacho pusimos en marcha una iniciativa hace ya algún tiempo denominada “automation first”, con el objetivo de identificar ineficiencias en los procesos y paliarlas implementando legaltech. La parte de inteligencia artificial tiene un reto más importante a mi juicio. Esta tecnología despliega sus máximos efectos cuando puede gestionar volúmenes grandes de información, pero puede resultar frustrante si el volumen de información es escaso. Por eso funcionan tan bien las recomendaciones de los portales de internet y no tanto los buscadores de jurisprudencia en una jurisdicción de tamaño medio como España.
¿Cuáles son las claves para conseguir una firma legal a la vanguardia en innovación?
Creo que hay dos caminos en el proceso de innovación, la imitación o la disrupción. En la mayor parte de los casos la imitación es suficiente, observar qué ocurre en otras jurisdicciones más sofisticadas o ver qué hacen tus competidores y tratar de adaptar aquellas soluciones, productos o servicios que pueden tener encaje en nuestro entorno. Existe un riesgo de que no funcione, pero ese riesgo es relativamente contenido. Sin embargo, en ocasiones eso no es suficiente y tenemos que pensar en romper el folio en dos y comenzar la partida de nuevo con reglas completamente distintas. Eso es disrupción.
Nosotros llevamos años en el despacho conjugando ambas estrategias, importando prácticas y metodologías de grandes firmas extranjeras que admiramos, adaptándolas obviamente a nuestro ecosistema, pero también cambiando ciertas reglas que para muchos eran una suerte de mantra inalterable. Comenzamos a prestar servicios de ciberseguridad hace más de diez años, cuando era práctica vetada a abogados, fuimos la primera firma en dar entrada a un fondo de inversión en nuestro capital, fuimos los primeros que abordamos una estructura internacional de crecimiento policéntrico, sin headquarters, los primeros en lanzar una división de legaltech y contratar “legal engineers”, etc. Cada día tenemos más y nuevos retos.
¿Crees que los perfiles “tecnolegales” son cada día más necesarios? ¿El abogado es mejor si tiene conocimientos de programación?
El mejor abogado es el que sabe derecho y conoce además el sector económico en el que se mueven sus clientes. Este axioma ha servido para tiempos pasados y sirve también en la actualidad. El abogado actual se encuentra con un reto complejo, ya que la tecnología ha golpeado de manera abrupta todos los sectores económicos, por lo que parece difícil asesorar jurídicamente a un cliente sin conocer bien el medio que éste transita. No creo que programar sea un elemento de descarte en la selección de un abogado pero, desde luego, esa competencia en el abogado ayuda mucho al entendimiento de la problemática que el cliente puede llegar a tener. Dicho esto, nos encontramos cada vez más con este tipo de perfiles o incluso otros, los llamados “legal engineers”, con buen conocimiento del derecho y un perfecto manejo de las herramientas legaltech.
¿Cómo visualizas el llamado “metaverso? ¿Crees que obligará al sector a contar con expertos en ese mundo virtual cuanto antes?
No sé si soy el mejor haciendo pronósticos, pero estoy convencido de que los abogados tenemos que estar cerca de las tendencias y la innovación de nuestros clientes. A mí, todo lo que tiene que ver con la descentralización, la digitalización y los mundos virtuales me genera mucho interés y atractivo y trato de estar pegado a esa actualidad. Estamos viendo cómo una de las empresas con mayor valoración y marca del planeta se ha lanzado de lleno al metaverso, estamos viendo también cómo algunos de nuestros clientes están entrando (o explorando entrar) ahí. Los mercados se han interesado en ello también. Incluso estamos viendo firmas de abogados que están construyendo su sombra en el metaverso. Creo que nos toca estar cerca, ser curiosos, pero no caer en cada una de las tendencias que asoman a nuestra puerta. Puede que el metaverso sea el nuevo paradigma, pero puede también que sea una moda pasajera sin legado. Solo el tiempo nos lo dirá.
Por último, alguna recomendación para los jóvenes futuros abogados.
Me siento con poca o ninguna legitimidad para dar consejos. En todo caso, sí me siento cómodo compartiendo con vosotros qué haría si volviese a empezar: no tener miedo al éxito ni al fracaso. La vida, y también la jurídica, es para los valientes, para los que se esfuerzan y para los que apuestan. Eso no significa navegar sin rumbo, significa sacrificarse, exigir recompensa por el esfuerzo desplegado, sopesar sin miedo cada decisión y caminar con decisión. Fui educado en la cultura del esfuerzo y cualquier cosa que no venga de ahí me resulta extraña. Los resultados llegan fruto del talento, pero también -y en enorme medida- del trabajo. Una buena formación sumada a esfuerzo, pausa, reflexión, etc. ayudan a marcar tu propio rumbo. La madurez para mí significa tomar decisiones y asumir sus consecuencias. Eso es, a mi juicio, lo que deberían hacer los abogados jóvenes, formarse bien, no tener miedo, esforzarse y perseverar. El resto llega solo.
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