Las redes de distribución eléctrica inteligentes (REI) empiezan a estar encima del tablero de la mesa global, ya que el avance tecnológico ha impactado también sobre la forma de producir, consumir y distribuir energía eléctrica (aunque aparecieron como concepto hace más de una década). Se podría decir que una Smart Grid se caracteriza por la incorporación de modernas tecnologías de la información a la distribución eléctrica. Pero no sólo eso, va más allá.
Para entender este concepto:
- Son capaces de transmitir electricidad en ambos sentidos permitiendo, por tanto, un flujo bidireccional. Esto tiene como consecuencia que las viviendas privadas y los negocios o empresas puedan convertirse en pequeños productores de electricidad y no ser solo consumidores como ocurre con la red eléctrica tradicional.
- La incorporación de big data y IoT a las REI hace que el análisis se desplace hacia el borde como en la Edge Computing. Esta computación de borde significa que la computación ocurre dentro o muy cerca de la ubicación del usuario y/o fuente de datos.
- El flujo bidireccional de datos mediante contadores de lectura telemática permite conocer el consumo en tiempo real, así como los hábitos del consumidor, facilitando el ahorro energético y en definitiva que el consumidor autorregule su actividad y coste económico, pudiendo llegar a desconectarse de la red para reducir el mismo.
- Las REI contribuyen a la sostenibilidad medioambiental mediante la incorporación de energía renovables reduciendo las emisiones de CO2 .
- Los fallos de suministro en una REI pueden solucionarse desde un sistema operativo central, sin necesidad de desplazamiento, pero el propósito es que con la incorporación de IA incluso puedan “autoarreglarse”.
- La generación de energía descentralizada que representan las REI significa que se genera más y más diversas formas de energías incluidas las generadas por el propio consumidor privado o empresa.
Por tanto, las REl representan un flujo bidireccional de electricidad y datos, siendo su característica esencial, ya que permite alimentar información y datos a las diversas partes intervinientes en el mercado de la electricidad que pueden analizarse para optimizar la red, prever fallos potenciales y, con ello, reaccionar con celeridad cuando surgen problemas.
Esta incorporación de tecnologías de la información a la red eléctrica no está exenta de inconvenientes siendo probablemente los dos principales, la ciberseguridad y la protección de esa cantidad ingente de datos que se generan.
No es de extrañar, por tanto, que surjan iniciáticas como el proyecto International Community for Local Smart Grids (ICLSG), que bajo el liderazgo de la universidad de Oxford y la participación de empresas de distribución eléctrica de Reino Unido, Australia, Italia y Japón, ha sido presentado en el marco de la COP26, en Glasgow.
Se presenta el proyecto ICLSG como una actuación colaborativa internacional para intercambiar conocimientos y explorar la relación entre las comunidades energéticas y las redes inteligentes de diversas partes del planeta. El fin último es encontrar y reunir las mejores prácticas para brindar una transición inteligente, resistente y justa, abordando los principales retos para alcanzar la descarbonización en sectores como la movilidad, la calefacción o la refrigeración.
Está claro que las redes eléctricas inteligentes se mantienen como una prioridad para los reguladores nacionales e internacionales y este tipo de iniciativas que aúnan esfuerzos del mundo académico, empresarial y político, suponen una sólida base para ir avanzando en la armonización de las políticas legislativas.
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