Los datos se han convertido en el petróleo del siglo XXI. Y como el petróleo, las “reservas” de datos se mantienen en secreto y nadie sabe hasta qué punto se explotan. Las noticias sobre aplicaciones que utilizan el micrófono, la cámara o leen los mensajes de nuestro teléfono se han convertido en habituales. Las propuestas para regular el mal comportamiento del uso de los datos son infinitas pero, ¿hasta qué punto benefician al usuario y no le convierten en un peón indefenso?
El pasado lunes 2 de septiembre, en su intervención en el 33 Encuentro de la Economía Digital y las Telecomunicaciones en Santander, Jeremy Rollinson, director de Asuntos Gubernamentales de Microsoft EU, explicó la necesidad de estandarizar una legislación global para poder acceder a los datos. En otras palabras, propuso un sistema ‘open data’, que consiste en la disponibilidad del uso de datos para todo el mundo, sin restricciones de derechos de autor, de patentes o de otros mecanismos de control.
Para apoyar su teoría, Rollinson matizó que en Estados Unidos los datos abiertos van más allá de lo público y que con un sistema global podrían ser tratados igual que las iniciativas de software de código abierto y colaborativo.
Para ello, destacó que los datos deben estar disponibles para todos y no solo para unos pocos, como ocurre actualmente. Rollinson habló de “democratización de los datos” para que su propuesta fuera posible, incluyendo el acceso global a los mismos y la obligación de evitar los sesgos.
Por último, y para reforzar su propuesta, el director de Asuntos Gubernamentales de Microsoft señaló el RGPD como un ejemplo de colaboración en la compartición de datos: “Europa debe formar parte de todo este proceso, especialmente en lo relativo a la inteligencia artificial”.
¿Será el ‘open data’ la solución de los datos acumulados o se convertirá en la nueva ‘crisis del petróleo de 1973’?
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